Uno de los objetivos del IEASM/FEFNA es, por tanto, inventariar, enumerar y estudiar cualquier objeto, sea cual sea, porque es testigo de un modo de vida; también es un instrumento de datación... también revela la existencia y la vitalidad de los intercambios culturales y comerciales en una época determinada y permite descubrir antiguas rutas comerciales. A veces las excavaciones revelan la historia de bienes excepcionales, como la porcelana. Los juncos Breaker e Investigator (finales del siglo XI y XIII) muestran muchos ejemplos de la porcelana blanca de la que hablaba Marco Polo. Los juncos Lena y Santa Cruz (finales del siglo XV) ofrecen modelos de estas porcelanas de paredes finas, que llegarían a Europa unas décadas más tarde a través de los ibéricos en el siglo XVI.
Desde la segunda mitad de este siglo, a cambio de porcelana, pero también de sedas, oro y especias, los españoles, instalados en Filipinas, importaron masivamente monedas acuñadas con plata extraída de las minas de México y Perú. Los galeones de Manila, como el San José, el Nuestra Señora de la Vida y el San Diego, fueron los instrumentos de estas operaciones comerciales transpacíficas. Los chinos absorbieron la mayor parte de las importaciones de plata y desarrollaron un comercio muy activo en Filipinas que se extendía hasta el sultanato de Joló. A finales del siglo XVI, el puerto español de Manila estaba en su apogeo. Verdadero centro del comercio de Asia Oriental, era el cruce casi obligado de todo el tráfico. Los nacionales del Imperio Celeste eran omnipresentes (unos 30.000), y cerca de 90 juncos procedentes del sur de China visitaban cada año la colonia española.
La batalla del San Diego contra el Mauricio de Olivier de Noort anunció la supremacía de los holandeses en esta región a principios del siglo siguiente. Los holandeses, que eran barqueros del comercio europeo, comprendieron rápidamente la importancia del comercio regional e interregional sino-asiático. Se esforzaron por prohibir el acceso de los juncos a Manila y luego trataron de perturbar la navegación china para desviar el maná de este comercio puramente asiático en su propio beneficio. Mediante el sutil juego de oposiciones secretas y alianzas encubiertas, el comercio se convirtió en sinoeuropeo y el Mediterráneo chino entró en la historia mundial, oscureciendo un poco el comercio intraasiático al que debía su existencia.
Aunque los estudios de los pecios descubiertos en Filipinas no pueden explicar por sí solos la multiplicidad y la evolución de los intercambios anteriores a la época de las Grandes Compañías en el sudeste asiático, contribuyen a despejar este vasto campo de investigación. Los restos del Grifo y de la Capitana Real son testigos del periodo de apertura y de la asombrosa interpenetración mundial de culturas que se produjo a partir del siglo XVIII gracias al comercio. La historia de estos barcos de la Honorable Compañía de las Indias Orientales ofrece dos ejemplos característicos de la vitalidad de los circuitos marítimos interasiáticos y de la intensidad del tráfico internacional de la época. Desde la investigación de archivos hasta la excavación, pasando por la interpretación de los resultados y el descubrimiento de los yacimientos con la ayuda de tecnologías avanzadas, se ponen de manifiesto las intenciones de la política inglesa en el Mar de China en la segunda mitad del siglo XVIII.